De pueblos y de caballos
Por Luis Beltrán Martínez Thomas
Por Ley 25.125, fue designado el 20 de septiembre como Día Nacional del Caballo, «…a los efectos de celebrar la presencia y relevancia con que éste acompañó a la organización histórica, económica y deportiva de la República Argentina», según se lee en el artículo 1° de dicha norma. En esa perspectiva, una reseña conmemorativa permite establecer el vínculo de distintos pueblos y ciudades del país con la tradición ecuestre, a través de sus nombres fundacionales.
El origen de esos nombres, cuando se remontan en el tiempo, es difícil de precisar. Por ello, su significado es generalmente incierto y en el espacio que deja la falta de información, en muchos casos aparecen como sustitutivos la leyenda o el mito. Dentro de esa premisa están comprendidas aquellas poblaciones de la Argentina, vinculadas desde su formación con el mundo de los caballos.
Si bien la palabra «rodeo» se identifica más con los arreos de hacienda vacuna, en algunos países de América este término designa el deporte que consiste en montar a pelo potros salvajes o reses vacunas. Podría suponerse entonces que el origen de la histórica ciudad mendocina de Rodeo del Medio haya estado asociado igualmente a prácticas y actividades ecuestres, más allá de que su nombre, de acuerdo a la versión tradicional, se vincule con aquellos arreos vacunos hechos por los primeros colonos de la zona hacia Buenos Aires. Igual temperamento podría aplicarse a otros núcleos urbanos del país, tales como Rodeo de San Juan, El Rodeo de Catamarca y Rodeíto de Jujuy.
Los potreros son sitios destinados a la cría y pastoreo de ganado caballar. Y más precisamente, destinados a los potros, es decir los caballos hasta cuatro años de edad. Pero aquí también el concepto puede ser más amplio y en general designar los lugares dentro de un campo donde se cría todo tipo de ganado y aún donde se hace agricultura. Sin embargo, los casos de El Potrero, en Salta, Potrero de los Funes en San Luis, y Potrero de Garay, en Córdoba, probablemente por su antigüedad aludan al significado de su destino específico, es decir como lugar de crianza de caballos jóvenes.
Idéntica amplitud de concepto corresponde a El Cimarrón, localidad entrerriana, cuyo nombre habría surgido, entre todas las acepciones de la palabra, por asociación con el ganado caballar en estado salvaje, que abundaba en la zona en otras épocas. De hecho, la muy próxima ciudad cabecera del departamento al que pertenece, antes de llamarse Federal era Paso de las Yeguas, siendo así que ostenta en uno de los campos de su escudo la estampa de dos equinos.
Y de caballos jóvenes también proviene el nombre de El Potrillo, diminutivo de potro para denominar los caballos de hasta tres años de edad. Ese pueblo del oeste formoseño, casi fronterizo con Paraguay, fiel a las tradiciones argentinas, dedica todos los años un festival a la cultura criolla, con desfile gaucho, demostraciones de destreza, exhibiciones de montas, vestimentas y elección de ensillado y riendas.
No falta en este nomenclador ecuestre de pueblos argentinos, El Palenque, también entrerriano, que representa el poste liso y fuerte, clavado en tierra, útil entre otras cosas para atar baguales redomones, es decir, potros no domados o en proceso de doma. El Bagual es un poblado de la provincia de San Luis, y El Redomón otro, ubicado en la tierra de Urquiza y de Ramírez. Y en esta misma provincia, El Guardamonte, con identificación en aquellas piezas de cuero que cuelgan en la parte delantera de las monturas, para proteger las piernas de los jinetes de la hiriente vegetación autóctona.
El Pingo, modo coloquial con que se designa en el Cono Sur al fiel compañero del gaucho, es un núcleo poblacional formado alrededor de la estación ferroviaria homónima, en el centro oeste de Entre Ríos. Se dice que los terrenos para su instalación fueron expropiados a una familia Rodríguez, muy amante de las carreras cuadreras.
Y cuatro nombres más, que son como los puntos cardinales en esta reseña de pueblos criollos.
La Tordilla, comuna de la provincia de Córdoba, denominación de origen legendario, referida a una yegua de esa característica que se cuenta salvó la vida de un propietario rural, apremiado por indios merodeadores, allá por los 1850.
Tostado, progresista ciudad del noroeste santafesino, próxima al límite con Santiago del Estero, tierra de fortines y frontera con el indio, que exhibe en su escudo y en su bandera la figura de un caballo de esa tonalidad, del cual toma su nombre. Es símbolo municipal por su protagonismo en el esfuerzo civilizador del hombre, en armonía con el antiguo refrán: «alazán tostado, antes muerto que cansado». El topónimo proviene, según se cree, de un caballo salvaje de ese pelo que en épocas remotas por allí tenía su querencia.
Tordillo, partido bonaerense de los pastizales pampeanos más representativos y de montes nativos de talas. Pago antiguo, «donde las leyendas corren en prosa -alguien dijo- y encienden la magia de la retórica gauchesca». En la entrada de su ciudad cabecera, General Conesa, se muestra la estatua de un caballo de ese pelaje, que según la leyenda nunca pudo ser atrapado por los lugareños, definiendo así una idea plena de la libertad.
Finalmente Bragado, importante municipio situado en el centro noroeste de la provincia de Buenos Aires, refiere al mito del potro bragado, otro símbolo de la libertad, distinguido con la característica de una mancha, o braga, de color blanco en el vientre, según cuentan las crónicas desde el siglo XVIII. Allí se organiza anualmente la Fiesta Provincial del Caballo y en 2010 se inauguró el monumento al potro bragado. Nombre el de esta ciudad relacionado con la literatura gauchesca, pues en sus inmediaciones se dio ambientación al Fausto, de Estanislao del Campo, que registra en su parte inicial el singular protagonismo de un flete de antología.
Todas estas ciudades, hermanadas por la cultura ecuestre desde la pila bautismal, y fieles a las mejores tradiciones patrias, son ejemplo y motivo de orgullo para una Argentina que va construyéndose día a día con esfuerzo, dedicación y esperanza.
Fotos gentileza Luis Beltrán Martínez Thomas.