Misael Castillo: “Ser escritor en el norte de la provincia es como ser ajeno a ella, como ser un paria”
Por Norman Petrich para El Mirador Provincial (24 de julio del 2023)
Misael Castillo nació en Tostado (1993) y sigue siendo esa localidad del norte santafesino el lugar desde donde expresa su calidad literaria que ya nos ha dejado su registro en robarle al cuerpo lo que está de más (2019), El tiempo cuando falta (2021), Germinará o será parte de la tierra (2022) y Como el fuego que avanza por la tierra que acaba de presentar. Además recibió el premio revelación del Abrazo de voces en 2021, fue seleccionado al Poesía Ya de este año y el anterior fue invitado al Festival internacional de Poesía de Rosario, donde nuestros pasos se cruzaron por primera vez. En tiempo donde volvemos a poner en discusión el canon establecido desde la centralidad porteña y a exigir una federalización de la cultura, su potente y particular mirada insistiendo desde el norte provincial nos hace ver nuestro reflejo en el espejo y reconocer nuestra propia y casera centralidad.
Por lo que tengo entendido, escribiste Como el fuego que avanza por la tierra bastante antes de que se volviera inocultable la sistematización de las quemas en los humedales ¿Qué llama sería esta, que no se detiene?
Como el fuego que avanza por la tierra es un libro que empecé a escribir en plena pandemia del Covid 19. En los pueblitos del norte, podíamos salir durante el día, y noté, en un gesto casi indisciplinado de la mirada, la libertad con la que se movía la naturaleza ante la ausencia de lo humano. Para contextualizar, aquí hubo muchos procesos de desalojo a los pequeños productores por lo que, en su momento, llamaron “Tierras improductivas”. También se afianzó un proceso de destrucción de Los Bajos Submeridionales por medio del uso de agrotóxicos, así como también por medio de esas quemas, que hasta entonces se naturalizaban.
Creo que para quienes escribimos es muy importante entender y reconocer el contexto histórico que nos atraviesa. Para agudizar la mirada, no para caer en el clima de época, porque la literatura no se merece tan poco. La llama que no se detiene en este libro es la de una naturaleza que trabaja en los corazones a contracorriente de un mundo al que le cuesta convivir con ella. Como diría Ale Méndez Bujonok “Tanta tonta mano humana”. La mano humana vendría a ser una suerte de peste. La llama que no se detiene es la belleza que se filtra incluso entre los mayores descalabros de nuestra humanidad. De todos modos, quiero aclarar que tampoco es un libro que se trate estrictamente sobre las quemas organizadas. Está en el aire, como al pasar, pero no más que eso. No quiero cargar a la poesía con la responsabilidad de tener que ser la portavoz de un mensaje.
Se podría decir que hablás del paisaje que te rodea, pero es uno constantemente intervenido hasta el punto de no saber dónde terminan y dónde comienzan las huellas del humano.
Saer planteaba que la poesía no es lenguaje, sino naturaleza. No desde las ciencias, sino desde lo profundo de la naturaleza de todas las cosas. Estamos hechos de historia, con el aura de quienes nos han atravesado y, en ese sentido, es difícil despojarse de ciertos patrones. Intento mirar las cosas con ese famoso extrañamiento de Shklovski. Es una tarea demencial, y no sé si siempre lo consigo.
Anteriormente, mencionaba la necesidad de comprender el mundo. Fidel Castro decía que hay que fundirse con el movimiento de la historia, y Gramsci planteaba que entre un mundo que no termina de nacer y uno que no termina de morir crecen monstruos. ¿Cuáles son los monstruos que van apareciendo en este mundo de capitalismo de unicornios? La globalización avanza y sabemos que en la globalización todo se gana y todo se pierde. Nada puede pensarse por fuera de las leyes del consumo, y en ese sentido yo reconozco en la naturaleza lo irreal. Lo menos natural que tenemos es la naturaleza. ¿Será la naturaleza ese monstruo que no terminamos de ver del todo?
En uno de los poemas decís “En la Santa Fe que conozco,/ se tejen como telarañas/ cuadrados en la tierra” ¿Cómo es ser escritor en el norte de la provincia? ¿Hay en eso una mirada particular, representa otros desafíos?
En la homogeneización se tiende a la pérdida de matices. Yo no creo en eso. No creo que exista una sola Santa Fe. Quizás para la gente del centro y sur de la provincia, sí haya una sola, pero tiene que ver con una cuestión política. Es natural en este norte postergado tener que ir a la capital o a Rosario para algo tan simple como ver a un especialista en lo que a medicina se refiere. Entonces, para mí hay varias Santa Fe: una donde los recursos se concentran y una casi patológicamente olvidada.
En lo que está vinculado a la escritura ser un pueblerino es una virtud, quizás, porque tampoco creo que exista una sola literatura santafesina. Veo y leo mucho de lo que pasa en las grandes ciudades en materia literaria. Pienso que existe un inconsciente colectivo que arrastra, y si bien no puedo escapar del todo, me siento libre de esa deuda. Voy a mi propio ritmo construyendo una estética que no se convoca por el clima de época, que prefiere dialogar desde un lugar casi perdido.
Hay que dejar que la poesía construya sin nosotros, darle espacio, pedirle nada más lo que quiere dar. La poesía pierde su potencial transformador si la sometemos a estéticas discursivas y más si la orillamos a los mensajes de nuestro progresismo. Hay un canon que muy fácilmente se consume, pero también muy fácilmente se olvida. El clima de época es un arma de doble filo y quita el foco de lo literario para ponerlo al servicio del mercado. Los ejemplos son muy claros.
No creo tener la verdad, pero tampoco la obligación de tener que construir una poesía muy particular. Me sale así porque tiene que ver con una apropiación territorial. Mi amiga María Belén Aguirre plantea que cualquier intento de aniquilar al “yo” es una masacre. La no apropiación territorial es parte del mundo consumista donde todos usamos, por ejemplo, las mismas zapatillas. La poesía pierde cuando cae en esa trampa. El territorio de lo vivido es un lugar importante de experimentación para la escritura. Hay que engañar a nuestro tiempo, ser inclasificables, diría MBA. Yo no quiero que me inviten a ningún lado ni por pobre ni por bucólico, ni por pueblerino. No quiero que se espere nada de mí, no quiero estar encasillado.
Conociste Rosario recién el año pasado, cuando te invitaron al Festival Internacional de Poesía, y pensaba que nos quejamos de la centralidad porteña, pero aquí mismo se ignora bastante lo que se produce en el norte provincial ¿Lo ves así?
Conocí Rosario a mis 29 años porque me invitaron al FIPR, es cierto. Le agradezco profundamente a María Lanese, a Wachi Molina y a todo el equipo por esa invitación, porque fue un modo también de llegar a otro público. Ser escritor en el norte de la provincia es como ser ajeno a la provincia, es como ser un paria, un exiliado. Sin embargo, ser escritor en el norte santafesino me llevó a entablar diálogos con otras provincias. De mis libros el primero y el cuarto se publicaron en Buenos Aires; el segundo en San Juan; el tercero en Reconquista (donde hice mi carrera terciaria) y el quinto va a salir por una editorial Tucumana. Hay un gesto de encuentro que sucede como consecuencia del desacuerdo y de la discusión por lo federal y a ese gesto tenemos que cuidarlo.
De todos modos, no puedo juzgar a las personas por la asimetría sistemática en el acceso a los bienes culturales, a la asimetría en la difusión y participación que tenemos en nuestra provincia y en nuestro país. Yo creo que en cierto punto la discusión por la federalización está muy banalizada porque generalmente las discusiones tienen que ver con si me invitaron o no a cierto lugar o juzgamos a quienes curan algunos espacios o a quienes deciden ciertos premios.
¿Cómo podríamos federalizar más, la poesía, en nuestra provincia? Pensaba que está el Festival del Norte Santafesino, impulsado por Yamil Dora, pero dudo que muchos escritores de nuestra provincia conozcan de su existencia
Casualmente, a Yamil lo conocí en el FIPR y me invitó para la edición de este año del Festival de Poesía del Norte Santafesino y es una invitación que atesoro. Yo conocía de nombre el festival porque estudié en Reconquista y queda bastante cerquita de donde se realiza. Es una alegría que exista y se siga desarrollando.
Yo reniego en parte por la discusión de la federalización y tiene que ver con que creo que todo es federal, salvo los recursos. No me cierra cuando alguien de forma unipersonal se quiere cargar al hombro esa discusión a forma de abanderado. En nuestro ambiente se abren más puertas de las que se cierran y ese es el mayor gesto de federalización según mi óptica de militante, porque es una expresión por encima de la representación. El problema es sumirnos en la lógica capitalista neoliberal desarrollista que nos dice que los procesos se hacen desde arriba y hacia abajo. Descreo de esos procesos porque no están cimentados.
El estado es una relación social, no hay que fetichizarlo. Estamos asumiendo grandes procesos por este tema y es por el simple hecho de ponerlo en discusión, pero no es la discusión la que nos está solucionando el conflicto. Lo que está solucionando parte del conflicto es la acción conjunta entre el estado, las organizaciones de la sociedad civil y los artistas, editores y libreros.
Yo creo que la única manera de federalizar la poesía es con la distribución de recursos. Todo lo demás no me cierra. Al imperativo de la federalización hay que tomarlo con pinzas. Además, la poesía tiene su propio ritmo y tiempo; creo que es de las artes la que más pudo despegarse de ciertas lógicas y que aún conserva su espíritu comunitario y eso es importante para consolidar procesos.
Ombligo Cuadrado es una editorial importante dentro del mundo de la poesía ¿Qué significó que quisieran publicar este poemario, cómo te sentiste trabajando con ellos?
A Fabián Leppez también lo conocí en el Festival de Rosario, nos volvimos a encontrar en San Antonio de Padua y en el Poesía ya y quedamos en hacer algo juntos. A los meses publicamos el libro que yo había trabajado hacía unos años con Analía Giordanino y que terminó por llamarse Como el fuego que avanza por la tierra.
Yo le agradezco a Fabián con todo el amor de mi corazón porque fue un proceso muy importante, con un acompañamiento minucioso y creo que es muy valorable su trabajo editorial. De no ser por él el libro no tendría la fuerza que a mi gusto tiene. Yo creo en la humildad del escritor que puede aceptar al editor como parte de la obra. Ombligo Cuadrado es una editorial muy seria en ese sentido y me enorgullece ser parte de su catálogo.
Sé que es una editorial importante, pero pienso que es importante como cualquier editorial. Todas son importantes porque, justamente en relación con lo anterior, pienso que todas las editoriales conforman el cimiento y la expresión de una nueva forma de entender el mundo editorial y en su extensión el campo cultural.