Se analizó la riqueza de la vinculación tecnológica

El 4 de junio se celebra el Día de la Vinculación Tecnológica en Argentina. Para la Universidad Nacional del Litoral (UNL) significa una fecha de conmemoración, pero también de ratificación de compromisos y de renovación de desafíos. En tiempos en los que poco se hablaba de la vinculación tecnológica en el país, en la UNL ya había gestiones institucionales para las cuales la vinculación era una fuerte visión, una especie de norte inspirado en modelos extranjeros; después fue la certeza de que ese era el camino por el cual se debía transitar; para volverse, con los años y mucho trabajo mediante, una misión central.



Este año, el día de la vinculación tecnológica secelebró este 16 de junio, a partir de un conversatorio, donde la palabra celebrar no fue elegida al azar, ya que escuchar la experiencia de vinculación de la UNL, a través del equipo de investigación liderado por la Dra. Raquel Chan y la empresa Bioceres, es un testimonio digno de conmemoración, que muestra que la vinculación tecnológica es decisión, es proceso, es riesgo, es sinergia y es cooperación. “Del descubrimiento al mercado. Un camino con obstáculos y desafíos”, se denominó al espacio ameno de diálogo con los protagonistas de esta experiencia, del que participaron la investigadora de la UNL Raquel Chan, Francisco Ayala, breeder de trigo de la empresa Bioceres, la moderación de la periodista María Eugenia Estenssoro y el rector de la Universidad, Enrique Mammarella.

Tal como explicó el rector, el conversatorio tuvo el propósito fundamentalmente de “desandar las condiciones que obstaculizan o facilitan en las distintas etapas del proceso de vinculación y transferencia tecnológica, que va desde la generación de un conocimiento o desarrollo de una tecnología hasta su inserción en el mercado”; puntualmente en el caso de la tecnología HB4 y su aplicación a semillas de alto valor comercial. Con su cálido estilo, María Eugenia Estenssoro inició el conversatorio destacando a la UNL “como pionera en la búsqueda de un diálogo fluido entre la ciencia y el sector productivo, los empresarios, los emprendedores y generar empresas que producen alto valor agregado en la Argentina. Algo que debiera ser natural, se siente como un oasis en un país donde los vínculos entre sectores, no se caracterizan por ser fluidos. Es una cultura de colaboración entre el sector público y privado que los vuelve un hub global de biotecnología y que debe ser difundida en el resto del país”. Y explicó: “Fernando Stefani, científico argentino del Conicet, demostró a partir de un estudio, cómo los países crecen y se desarrollan de manera sostenida poniendo a la ciencia y a la tecnología como motor del desarrollo económico y social. En la Argentina ese no es un vínculo aparente, más bien es un camino que tiene muchos desafíos por delante y por eso el caso de la UNL y Bioceres; y cómo ha sido el origen de esta relación, cuando en plena crisis del 2001 un grupo de productores rurales (nucleados en Aapresid) comenzaron a ver qué había en los laboratorios de las universidades públicas, que pudieran llevar al mercado y generar riquezas, no solo para ellos, sino para el país; porque el conocimiento  es lo que genera economías de alto potencial”.



Un gran logro argentino

El desarrollo de la tecnología HB4, que permite obtener semillas transgénicas más tolerantes a la sequía, tiene sus orígenes en la década del 90, en los laboratorios de la UNL de la mano de Raquel Chan. Han sido décadas de arduo trabajo, y pese a la reciente aprobación regulatoria, en 2020, por parte del Ministerio de Agricultura de la Nación, y a la primera aprobación en el mundo para eventos de tolerancia a sequía en trigo; la tecnología HB4 aún no se comercializa en el mercado argentino.

En el origen y el crecimiento de este vínculo han existido convicciones .“El colega Stefani, por quien siento mucho respeto, habló también de las instituciones intermedias como otra condición de los países que generan riqueza, sin hacer referencia a las oficinas de vinculación tecnológica, sino más bien a las instituciones con recursos humanos científicos, con capacidad de scremear o hacer un pantallazo de qué es lo que existe en la ciencia básica y que sea escalable a una aplicación tecnológica”, destacó Chan. El vínculo inicial entre la investigadora y quienes luego conformaron Bioceres fue casi casual y, tal como lo relata, a partir de un comentario de quien fuera el director de tesis.



“Osadía, coraje e ingenuidad”, y la capacidad de ver algo que no es aparente, así define Chan el inicio del camino que comenzaba a transitar y que, pese a que no se le presentó de un principio como un claro escenario en el que desarrollarse, continuó por una senda que la llevó a ganar innumerables reconocimientos como investigadora nacional. “No tenía idea lo que vendría después, a ambas partes nos pareció bueno trabajar con el desarrollo de un cultivo interagronómico. Luego del primer convenio firmado con Bioceres, comenzamos a trabajar en la primera patente de HB4, que fue el inicio. Luego vinieron otras. Era un camino nuevo y a los investigadores nos gusta hacer cosas nuevas”.

Los caminos y los tiempos de la transferencia

En los últimos años, existe un gran crecimiento global y en la Argentina particularmente, de científicos que insisten en hacer ciencia y tecnología de aplicación y de transferencia a las empresas, deconstruyendo la cultura del no acercamiento de la ciencia al sector productivo. “Existe una idea de falsa dicotomía, la de patentar o publicar, y es necesario educar más sobre el tema a la comunidad de investigación; cada uno tiene que hacer un mea culpa de que no lo divulga lo suficiente. Una patente es una publicación, es una divulgación a cambio de un derecho. El derecho de divulgación tiene un tiempo que es regulado por los distintos estados que otorgan las patentes, pero una vez que está otorgada, el investigador puede publicar lo que quiera. Se pueden hacer las dos cosas, solo que, en distintos órdenes, no soy especialista en el tema, pero sí la gente del Cetri Litoral”, destacó la investigadora. “Nosotros patentamos, como suele pasar a los investigadores, un prototipo al que le faltaba años luz de desarrollo y en ese momento era inimaginable. Hoy, que he recorrido un camino, lo puedo decir con mayor certidumbre, pero en el 2003 no lo hubiese podido decir, porque no había nadie, al menos en Argentina, que hubiera recorrido este camino”, agregó Raquel Chan.



Respecto a los tiempos del proceso, Francisco Ayala explicó que se trata de tiempos biológicos con plantas modelos que tienen ciclos diferentes; y, haciendo una síntesis de los hitos en el desarrollo, identificó que “en 2007 se obtuvo el evento transgénico, en el 2008 se multiplicaron esos eventos, entre 2008 y 2009 se llevaron a campo, y entre 2010 y 2011 se terminó de cerrar y se hizo la selección del evento más promisorio. Desde el 2012 al 2014 se hicieron ensayos para solicitar al estado tres regulaciones, a las entidades que entienden en materia de seguridad alimentaria y seguridad ambiental, que autorizaran el cultivo de esta planta de trigo modificada”. La expectativa, según comentó el representante de la empresa, era en dos años contar con dicha aprobación, con lo cual pusieron mucho esfuerzo en la generación de variedades que estuviesen listas para 2017, lo que finalmente sucedió en el 2020. “El proceso es lento porque son cultivos que se evalúan una vez al año, sumado a los tiempos de los organismos estatales”, indicó.

La historia de la tecnología HB4 es una historia con algunos claroscuros. “Los obstáculos y las resistencias están y van a estar siempre. Todos los temas que son importantes en el país y que atañen a mucha gente, generan corrientes a favor y en contra”, expresó Chan. Los estudios demuestran que, pese a las corrientes que se enuncian en contra de la tecnología transgénica, el HB4 genera un impacto positivo en el medioambiente, fundamentalmente disminuyendo la huella ambiental. La inversión en este desarrollo a lo largo de tantos años, ha sido enorme, pese que aún no ha tenido inserción en el mercado, en palabras de Estenssoro: “No se ha vendido ni una semilla”. De ese todo, una gran parte proviene del sector público y otra del grupo de productores, demostrando que la alianza y la cooperación público-privada, da lugar a una valiosa sinergia que demuestra que el mejor fruto nace de la cooperación de sectores, de las relaciones de reciprocidad y la construcción de ecosistemas. Cuando los actores aprenden a hablar diversos lenguajes y a fortalecer los vínculos, se puede ver la vinculación tecnológica materializada en tecnologías innovadoras que abren caminos y lideran sectores en el mundo.



Hay un camino trazado y experiencias que muestran que es posible hacer vinculación con éxito y eso debería ser un incentivo para ampliar y facilitar muchas más experiencias. “Me contactan muchos investigadores para ver si se puede, cómo, con quién. Lo miro desde mi know how, desde mi conocimiento científico, y en muchos casos los derivo a Bioceres”, destacó Chan.  La historia entre la UNL y Bioceres es una materialización del compromiso y del desafío que implica la vinculación. En el marco del aniversario del nacimiento de Jorge Sábato, y el reconocimiento a su huella científica, ratificamos que el compromiso de la UNL es con el conocimiento, con el desarrollo del territorio y con la calidad de vida de quienes lo habitan.

 

Deja una respuesta